viernes, 1 de abril de 2016

Lo que a ellos no les agrada en el sexo

Aniquilarle la pasión a un hombre es terrible; por eso, en nombre de mis compañeras, ofrezco disculpas por el poco cuidado a ciertos detalles que, obviamente, hemos subsanado gracias a la conversación, la información y, claro, el balconeo. Sin embargo, el tema que nos concierne ahora es aquello que nosotras creemos será un buen condimento al encontronazo, pero resulta que a ustedes los hace brincar en sobresalto (y no de excitación) y, de plano, rechazan porque va en contra de lo que les agrada.


No debemos generalizar, aunque es algo que mis cómplices femeninas han coincidido y lo que yo he experimentado al llevar a cabo el maravilloso acto del sexo. Te cuento varias de esas ‘osadías’:

1. Mordiditas: a muchos, ese impulso por parte de las féminas en pleno agasajo los desconcierta. Pongamos mi caso: cogida maravillosa, estrujamientos, frenesí y ¡zas!, inconscientemente, apenas le mordisqueé el mentón rasposo gracias a esa barba extasiante, de inmediato retiró su cara y me dijo severo: “Nunca lo hagas”. Gentilmente, respondí con un “ok” y seguimos en lo nuestro, aunque yo con un poco de vergüenza y mi lubricación a la mitad. Sí, también le ocurrió a un gran número de amigas haciéndolo en áreas como el hombro, el cuello o el torso. Mi conclusión es que todos tenemos zonas muy sensibles que es mejor no tocarlas. Aquí el asunto es ¿preguntar antes de actuar o definitivamente no realizarlo? Es que a otros les encanta… A mí, por ejemplo.

2. La invasión del área anal: la natural fascinación por consentir sus testículos estando o no en pleno oral, ya sea con la boca o con los dedos, es algo que las mujeres incluimos en el menú; tanto, que tú has dirigido su mano hacia ese punto demostrando lo exquisito que se siente que tu amante juguetee con ellos; que los chupe, los lama, mientras suceden otras cosas ricas por todas partes… Pero cuando la lengua o nuestros deditos traviesos van más allá (es decir, hacia el trasero, y no precisamente en sus glúteos) y tocamos un punto álgido que, para muchos, sólo tiene que ver con los gays, aprietan… los dientes y se alejan con una risa nerviosa en el mejor de los casos. A una de mis adoradas amigas le exclamaron un “¿qué te pasa?”, rompiendo el encanto de la noche, obviamente. Bueno, pues ya damos por hecho que ahí NO.

3. Chupar los dedos de sus pies: hay varones que les gusta hacérselo a sus chicas; sin duda, es uno de los fetiches más encantadores (por eso, siempre digo que hay que estar bien prevenidas con el perfecto pedicure) y uno de los puntos erógenos de la mayoría, incluidos ustedes… Sin embargo, no lo sabrán porque, por ejemplo, me ocurrió que en mi delirante recorrido por el cuerpo exquisito de mi acompañante desde la cabeza hasta sus pies muy bien cuidados (si no, ni me acerco), me volqué en su antojable dedo gordo para deleitarlo desinhibida y pareció que lo había picado un alacrán. ¿Pudor? ¿Cosquillas? O de plano nunca se lo habían hecho y a veces las novedades, por muy sencillas en inocentes que sean, suelen incomodarles.

4. Lamer su sudor: venero el de un hombre en plena acción; es la muestra de tan apremiante empeño, esa esencia que se mezcla con la mía y con todas las demás que emanan de ambos; beberlo, también. Pero no a todos les agrada que lo hagamos. Tal vez tenga que ver con ese estigma de que es, digamos, poco higiénico. Lógicamente, si nuestros hombre huele bien y tiene un físico que nos vuelve locas (por algo estamos ahí y así), todo lo que supure de ellos lo aprovechamos al máximo, como el semen cuando cae en nuestra boca y lo untamos en el cuerpo; eso sí que los prende, ¿verdad?

Finalmente, respetamos cualquier incomodidad y proseguimos a realizar otras cosas lindas con las que sí estarán de acuerdo. Son tantas que tú ya sabes cuáles, aunque no está de más que te dejes experimentar otras más que también pueden parecerte deliciosas…

FUENTE: GQ MEXICO

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