martes, 12 de julio de 2016

Quien calla a un periodista, calla todo el pueblo. 40 años del golpe a Excélsior

Ya hace 40 años del desalojo forzado al grupo de periodistas de Excélsior. Se podría definir como aniversario luctuoso pero en realidad no lo es. La salida de Julio Scherer del periódico más aclamado a nivel nacional en los años 70 fue la taza que dio permanecía a la naturaleza del periodismo. Y aunque el [verdadero] periodismo crítico continúe en constante ataque, Julio y su gente entregaron suspiros de resistencia.


Hace semanas leí nuevamente “Los Periodistas”, de Leñero, libro (bibliográfico) que avala y respalda sin temor ni clemencia los hechos ocurridos el 8 de julio de 1976. Y al concluir, sin tomar en cuenta el prólogo de Aristegui, una de las preguntas que queda en el aire es: << ¿Qué hubiese sido de Excélsior si la cooperativa no hubiera destituido la dirección del diario y ésta siguiera vigente? >> La respuesta es inmediata: Scherer y compañía hubieran sido eliminados del periódico en el siguiente sexenio, o el que siguiera, o el otro…

El sistema político-gubernamental ha reforzado sus defensas ante la prensa contestaría o aquella que con temeridad hacen su labor. (¿Por qué el periodismo necesita “valor” para ejercer? Insaciable pregunta). Si Excélsior no hubiera tenido un atentado en 1976, es casi una confirmación que lo hubiera recibido por parte de López Portillo –mismo que en el arranque de Proceso, se distinguió por apoyar y proteger el semanario. Eso también lo hizo en su momento Echeverría con Excélsior. ¿Valido?– o por De la Madrid, Salinas o el mismo Peña Nieto. El nacimiento de Proceso es la marca en la línea del tiempo: A.P. / D.P. (Antes y después de Proceso).

Pero, ¿qué fue lo que sucedió?

Desde 1947, Julio Scherer García inició su carrera en el periódico Excélsior como reportero de la fuente “Últimas noticias” y fue hasta el 31 de agosto de 1968 que la misma cooperativa lo designó Director General del diario. En ese momento, Excélsior, un periódico independiente y cooperativista, se colocó como el medio escrito más crítico y veraz con artículos agudos y directos, con una plantilla de plumas intelectuales de la talla de Daniel Cosío Villegas, Carlos Fuentes, Vicente Leñero, Octavio Paz y Carlos Monsiváis. Liderado por Julio y Hero Rodríguez Toro, Excélsior se encontraba en el sexenio de 1970 a 1976 respaldado [supuestamente] por el Poder Ejecutivo, mismo que daría “libertad de expresión”. Sin importar eso, los comunicadores de Excélsior continuaron su independencia periodística publicando fuertes noticias gubernamentales.

De manera injerencista, el presidente Luis Echeverría demostró el poderío, por llamarlo así, que puede tener un líder nacional. De manera sutil, el periódico Excélsior fue manipulado y desacreditado: A principios de junio, el día 10 específicamente, fue invadido un fraccionamiento en Taxqueña por “paracaidistas” (como los llama Leñero); un grupo de infiltrados nombrados “Los Indios” (por sus sombreros de paja). Dicho fraccionamiento fue promovido por el periódico como desarrollo urbano donde, a culpa de la invasión, el consejo de vigilancia, los cooperativistas, los medios masivos de comunicación y el mismo gobierno establecieron una ola de desprestigio contra Julio y su gente.

Durante semanas, el equipo que Scherer dirigía se encontraba en periodo de estrés, angustia y resguardo. El periódico seguía lanzando sus secciones e incluía en ellos artículos que respaldaban y custodiaban la postura de Los Periodistas. Por otro lado, Televisa abarcaba una campaña en contra del diario con reportajes desde Taxqueña, con entrevistas de los invadidos –que en realidad eran invasores “acarreados”–, y con discursos diarios por su máximo exponente de la ‘verdad’ Jacobo Zabludovsky. La noche del 7 de julio de 1976, es salón de asambleas de Excélsior fue ocupado con violencia, posteriormente las oficinas y pisos completos en Bucareli 17. El personal de vigilancia fue sustituido por personal reclutado y acarreado. Durante el secuestro ultrajaron artículos, fotografías y documentos de Los Periodistas e intelectuales. Lo más importante: el manifiesto que el grupo atacado había realizado para defender su autonomía, para demostrar el rechazo por parte de las secretarías e instituciones públicas, por parte de los servidores públicos y pertenecientes al Sistema como el mismo presidente. El manifiesto se encontraba firmado por decenas de periodistas e intelectuales que estaban a favor de la defensa de Julio; entre ellos Froylán López Narváez, Enrique Maza, Vicente Leñero, José Emilio Pacheco, Gastón García Cantú, Miguel Ángel Granados Chapa, Ángeles Mastretta y Carlos Monsiváis. Este documento, saldría publicado la mañana siguiente en el periódico. Como parte del atraco, el periódico y la imprenta –ya manipulada y controlada por terceras personas– lanzó la página en blanco, sin alguna publicación; ya fuera para advertir, amenazar o burlar.

El 8 de julio de 1976 –fecha que no debe ser olvidada– después de las 12:00 del día, realizaron los opositores al equipo de don Julio una asamblea de forma ilegal en la que se notifica la destitución de Scherer García como director general y Rodríguez Toro como gerente general, así como la suspensión indefinida de Arturo Sánchez Aussenac como jefe de redacción; Leopoldo Gutiérrez, secretario de redacción; Jorge Villalobos Villa Alcalá, director de la primera edición de “Últimas Noticias”; Arnulfo Uzeta, jefe de información del diario y Ángel Trinidad Ferreira, cronista político. Bajo amenazas de muerte se exigen el desalojo de la dirección y de la gerencia, así como la subordinación de la redacción para el control del contenido de los artículos editoriales. Estaban fuera de Excélsior.

Es ahí cuando nace la inolvidable fotografía que captura el andar de Julio y todos sus seguidores que con lealtad completan a Los Periodistas erradicados de manera involuntaria y permanente. Caminando por avenida Reforma, se despiden de Bucareli 17 con la frustración en el alma. Los secretarios de dependencias públicas les habían cerrado las puertas para aclarar la supuesta invasión, el secretario de gobernación y el mismo presidente se deslindaron del problema, afirmando que había sido una decisión justa y a base de votos dentro de una cooperativa; los medios de comunicación comercial denigraron al personal despedido injustamente; “Los Indios” confesaron tiempo después que el gobierno no les había cumplido las promesas cuando los enviaron a invadir Taxqueña. Los 200 periodistas que se fueron junto con Julio vivían bajo amenazas; los demás diarios de la Ciudad de México los necesitaban pero ellos se resistían fieles a la visión de Scherer.

Después de aquel día, la situación para los periodistas, fotógrafos y colaboradores fue aterradora y compleja. Por una parte, algunos miembros decidieron sumarse al nuevo Excélsior dirigido por Regino Díaz Redondo y otros incorporarse a algún diario capitalino porque sus situaciones económicas eran vulnerables. Algunos de los colaboradores insistían en luchar por la revuelta y provocar una revolución hacia el nuevo control de Excélsior. Don Julio deseaba implementar una nueva agencia de noticias a nivel latinoamericano, algún nuevo periódico o un semanario.

Ese tiempo entre aquel 8 de julio a la aparición de un nuevo medio diseñado y elaborado por Los Periodistas fue una tarea difícil: “Sobrevivir a este silencio generalizado, que casi cubrió a la nación entera en la década de los años 70 no fue una tarea fácil para Proceso. El golpe al Excélsior de Scherer fue sin duda el evento catalizador que inauguró la confrontación abierta entre el poder y un creciente reclamo de libertad de expresión. Pero el trayecto del golpe del 8 de julio al nacimiento del semanario, el 6 de noviembre, fue complejo. Una fecha clave entre estos dos hitos decidió la suerte del grupo de periodistas y preparó el terreno para el nacimiento de Proceso: el 19 de julio de 1976”; redactan en “Quiénes somos” del portal de Proceso.


El 8 de julio de 1976 es una fecha que, por un lado, representa la represión política/gubernamental que imponen a los medios de comunicación masivos, atándolos de brazo, limitando y censurando. Pero, por otro lado, nos recuerda el valor que existe cuando se tiene tatuado el ideal y la meta en este albur llamado Vida. Don Julio estaría destrozado a los acontecimientos vigentes, Leñero, Fuentes y toda la plantilla, también. En este sexenio han muerto más de 100 periodistas; otros sacados del aire y otros amenazados y encerrados. Duele. Pero duele por lo complejo que se vuelve defender la verdad. Duele porque vibran las arterias de cada mexicano cuando se entera de algo que ocurrió y nadie le avisó. Duele cuando matan, callan o desaparece a alguien. Duele. Hoy, la comunicación y los nuevos canales de comunicación como la Internet, nos da ese suspiro que Scherer y compañía nos dieron hace 40 años: Estar informados sin censura, sin límites, ni barreras. Siempre habrá medios que informen inclinados al poder en turno, habrá otros que prefieran reprimir tal profesión y habrá otros pocos que cumplirán verazmente su vocación. De eso no habrá duda. Recuerden siempre que <>. 

Un texto en homenaje a Julio Scherer García (1926-2015).

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