La silueta del castillo de Cenicienta que sirve como logotipo de Disney se inspira en la fortaleza-palacio de Neuschwanstein, situada cerca del municipio de Schwangau, en Alemania, y que comenzó a erigirse en el año 1869.
Los castillos eran ya una reliquia cuando Luis II de Baviera, el Rey Loco (1845-1886), ordenó su construcción, pero se trataba de otro capricho del veleidoso monarca y su fantasía, liberada en un diseño ecléctico: neogótico, neorrománico y neobarroco, más un toque de inspiración de la música de Wagner, su compositor favorito.
Las obras de lo que debía ser el castillo medieval ideal no habían terminado cuando murió Luis II en 1886. En Neuschwanstein –literalmente ‘nueva piedra de cisne’– vivió solo 170 días. Allí se encerró tras ser depuesto, acusado de incapacidad mental y de gastar lo que no estaba escrito en esta edificación y otros dos palacios. Posteriormente, el castillo sirvió a los nazis para almacenar obras de arte robadas en Francia.
Cuando Walt Disney lo conoció, convertido ya en atracción turística, quedó fascinado. Aunque el genio de la fantasía retuvo detalles de otras construcciones que había visitado en Europa y que también proyectó en su imaginativa creación, como los palacios de Versalles y Fontainebleau, y los castillos de Chenonceau, Chambord y Chaumont, en Francia. Otras dos fortalezas contaron para Herbert Ryman, diseñador del edificio de Disney: el castillo polaco de Moszna y el Alcázar de Segovia.
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